18 de noviembre de 2011

Dos extraños muy cercanos.

            
            Dos extraños se encontraban rodeados por una ajetreada multitud, que se acercaba al mostrador ferozmente para comprar bebidas calientes, debido al invernal frío que hacía ese día. A la gran mayoría los cubría un abrigo que les llegaba hasta los pies; con colores opacos marcaban el inicio del invierno.
            Ellos dos, se habían conocido no hacía mucho, en realidad, no llevaban ni diez minutos conversando.Ya existía el burbujeo de cierta química; de esa que cuando vas caminando por alguna calle, de pronto te percatas que alguien te mira y le devuelves la mirada acompañada de una sonrisa, piensas que tan sólo por ese pequeño hecho, el día te rinde culto, pero que segundos después, la persona se aleja y nunca se atrevieron a entablar una conversación más que ese coqueteo visual. Este no era el caso, ambos se habían coqueteado a lo lejos intercambiándose algunas ojeadas nerviosas hasta que la misma muchedumbre los fue acercando, arrastrando seria la palabra correcta y los puso justo a un lado del otro. El muchacho tomó una bocanada de aire vigoroso y se presentó. Al final, en vez de comprar primero, decidieron buscar un sitio en el concurrido lugar para tomar asiento.
            Apresuradamente, casi que se abalanzaron sobre una de las pocas mesitas de la cafetería con sus cosas. Sin perder la caballerosidad, aunque un poco fuera de lugar, él le corrió la silla para que se sentara y colocó las pertenencias de ambos en la silla que sobraba para que no estorbase. Volvió a introducirse con un poco más de elegancia, aún con una gotita de sudor que le resbalaba por la sien; cabe mencionar que ella estaba igual de acalorada, pero sorprendida por el comportamiento de aquel joven. El muchacho llevaba un traje de segunda mano, color negro con una corbata azulada. Ella vestía una blusa blanca, con una gabardina café que le llegaba un poco más abajo de la cintura; por debajo del abrigo usaba una enagua no muy corta de color negro.
            El la comenzaba a escalar con palabras, una montaña difícil de subir, pero con una vista preciosa. Pidió sin muchas opciones, dos cafés con leche y un pan grande francés. Rápidamente se acabaron los suministros de alimento para la gran escalada que ambos emprendían; se hallaban exhaustos de su charla y también insatisfechos, así que pidieron más, pero ¿qué sería lo que desde sus entrañas anhelaban?, ¿sería una excusa la comida?
            Entre risas y sorbos, se desenvolvían e iban dejando de lado las portadas, mostrando entonces sus contenidos. De lejos, se notaban como dos grandes amigos que desde tiempos inmemorables se trataban, pero de sus ojos se desprendía un brillo que anhelaba quizás algo más. Pasados dos cuartos de hora, entraron en una especie de trance en el cual, solamente ellos dos existían y los que pasaban a su lado no eran más que sombras errantes. El, tímidamente, le rozó su tersa mano, a ella se le erizó momentáneamente la piel; sintió que iban demasiado deprisa y la retiró al instante, más aún así sonrió abochornada y sus finas mejillas se colorearon de un discreto todo rosado, que sobresalía sobre su pálida tez.

            Ya era tarde y los celajes multicolores contrastaban con la tonalidad grisásea de la ciudad aún cuando llovía fugazmente. Ella se debía de ir, aunque en el fondo no lo deseaba; quería congelar ese momento para siempre. Aún así era su obligación, tenía un lisiado padre y a un par de hijos a quien cuidar, aún a su corta edad. También cargaba con la pena del fallecimiento de su hermano menor. Su padre se lo había contado cuando era tan sólo una pequeña niña y cuando ella volvía a indagar sobre su hermano, él se fastidiaba de manera sobreabundante.
            No le dejó su número, pero le prometió que al día siguiente estaría en aquella cafetería. El, le preguntó que si le gustaría ir a otro sitio, a una discoteca cercana en la cual se comía y se pasaba un rato agradable. Ella aceptó la invitación ruborizada y quedaron en reunirse pasado el ocaso, al frente de la cafetería donde el joven la recogería. Se despidieron con un efímero beso en la mejilla acompañado de una sonrisa tímida y se alejaron lentamente en direcciones opuestas sacando sus sombrillas. Ella vivía del lado opulento y él, en la cara más modesta, por no decir miserable de la ciudad. El muchacho había crecido prácticamente en soledad; apenas acompañado por una madre adoptiva que se sacrificaba por el hijo, vendiendo su cuerpo al mejor postor, para pagarle la educación. Nunca le comentaba nada acerca de su padre y cuando el chico le preguntaba por él, sacaba alguna excusa y se alejaba a hacer sus quehaceres del día.
            Avanzaron unos cuantos metros y voltearon a ver hacia atrás. El tiempo pareció detenerse por un instante, pues ambos lo habían hecho al unisono y volvieron la mirada como un par de niños avergonzados por lo nuevo que en su interior estaba surgiendo. Siguieron su trayecto y como pequeñas motas en horizontes contrarios, desaparecieron a la distancia contentos con aquel curioso encuentro.

6 comentarios:

  1. son hermanos vdd? .__. Eso se me viene a la cabeza xd esta buenisimo guille eres un genio
    Besoos

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  2. Es recondenadamente bueno. Lo adoré. Solo me queda mucha curiosidad si se volverán a encontrar. Espero que si. Me gustaría que así fuera.

    Saludos.

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  3. Abbie: es correcto ^^ Son hermanos. Muchas gracias n.nU
    Ana: heheheh, me agradó lo de, "recondenadamente bueno" haha. Quien sabe, quizás se encuentren, tal vez el mismo destino los separe de improvisto n.n.
    Atomic: no lo sé :3 Eso es algo que sólo ellos podrán decidir ^^ Muchas gracias :D

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  4. Cómo que son hermanos?! Ahí hay feeling! xD

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  5. Hahahah xD Oh Atomic haha. Igual son hermanos, sería incesto :3 Sólo lo narré por las ironías y vueltas que da la vida :)

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