¿Soy el único? ¿El único que desearía vivir en medio de un mundo en ruinas?
Que el céfiro sople trayendo los quejidos de musas de otro tiempo. Que el silencio sea la compañía restante de un mundo que estaba enfermo. Desintoxicándose con el sabor de las estrellas en medias noches que se estiren como las arrugas de los viejos, es decir, sin saber dónde comienzan o dónde acaban. Bañándose con las lágrimas de un cielo que solloza con serenidad. Donde los hombres acudan a escuchar el repicar de sus corazones como si fueran un templo.
Un mundo en ruinas donde no se pretenda reconstruir averno alguno jamás.